En: Opinión
Una Ecoaldea es un lugar donde varias personas deciden convivir en un esquema de armonía en todos los aspectos, lo cual requiere un profundo desarrollo político para garantizar que esta armonía sea transversal para sus habitantes.
Y obviamente está la naturaleza, la tierra o la Pachamama -como la quieran llamar- como una entidad ancestral y generosa que les dará alimento y refugio en abundancia si la tratan con el debido respeto. Hace varios años cuando decidimos vivir y trabajar fuera de la ciudad, tuvimos la intriga de pensar si al vivir en el campo íbamos a terminar adoptando esta filosofía y sus derivados, pero afortunadamente no sucedió.
Porque en serio, el universo es místico y la vida es muy bonita desde una montaña, pero vivir en esa nube nos dio mucha mamera. En contraste, muchos hábitos citadinos simplemente dejaron de ser frecuentes y algunos desaparecieron, y contrario a la vida sana y espiritual que muchos creen que adquieren las personas en el campo «porque sí», hemos encontrado suficiente tiempo para desarrollar proyectos, emborracharnos entre semana y viajar sin comprar tiquete de regreso que es lo que siempre quisimos hacer pero la ciudad y el trabajo corporativo no lo permitían.
Que es todo un riesgo para uno como profesional en un mundo laboral donde las habilidades y competencias deben ser siempre mejoradas y actualizadas para aspirar a una pensión decente. Y pese a que una pensión sería muy cómoda para vivir tranquilamente en el campo, rara vez hemos sentido que la necesitamos. La vida es muy corta como para vivir asegurando una pensión.
Porque en lo personal me gusta mucho compartir con personas valiosas (que son relativamente pocas en comparación a las personas a las que uno se expone a lo largo de su vida) pero no me atrae la idea de vivir como un ermitaño. Lo bueno de inspirar es aprender a hacerlo más allá de la persona que está detrás del espejo.
Una Ecoaldea es una gran oportunidad para construir un mundo posible, sostenible y socialmente estable, pero no pudimos concebir la idea de pertenecer como condición para compartir, y menos con Internet donde podemos compartir lo que sabemos a lo largo y a lo ancho, gratis.
Para cerrar, no requiere cambiar su forma de pensar ni sus placenteros y perjudiciales hábitos para vivir y trabajar fuera de la ciudad, simplemente deje que su vocación y las ganas de diseñar su propia versión de la felicidad se conviertan en oportunidades, en el campo o más allá de él; cuando decida hacerlo y hablar carreta sobre eso escríbanos y le dedicamos sus buenos tintos.