En: Opinión
El ecoturismo o la minería son dos conceptos que empiezan a sonar con mayor frecuencia entre los habitantes de los municipios del país a raíz del descubrimiento de nuevas oportunidades para hacer uso de la tierra por diversos factores (cambios en la reglamentación sobre el uso de suelos, cambios en el mercado de la agricultura, mayor seguridad y acceso a distintos lugares gracias al acuerdo de paz, etc.).
Lo que queda claro es que son dos escenarios opuestos en muchos sentidos, como también que son dos actividades económicas que definirán la vocación del municipio que opte por uno de estos dos caminos para los próximos años, con diferentes consecuencias.
Hay muchas formas de abordar el término sostenibilidad, que para este caso es la forma en que los recursos se renuevan vs. la forma en que se consumen. Frente a la decisión de apostarle al ecoturismo o a la minería, el recurso más importante y vulnerable a tener problemas de sostenibilidad es el agua, ya que se necesitan grandes cantidades de este líquido para procesar los minerales que se extraen de las minas y canteras por un lado y mantiene la estabilidad de los ecosistemas a su alrededor por el otro.
Para lavar y procesar minerales o para alimentar millones de especies de flora y fauna. el agua es un recurso para el ecoturismo o la minería.
Como habitantes, visitantes u observadores de esta transición del campo hacia el ecoturismo o la minería, vale la pena pensar en cómo evolucionan estos dos escenarios en el tiempo ya que finalmente somos los colombianos quienes tenemos el derecho y el deber de cuidar nuestra casa, que a nivel colectivo se llama país. Que el ecoturismo favorezca a las familias locales y que el espacio pueda compartirse de manera responsable es claramente una ventaja del ecoturismo; o al menos es mucho más divertido pasar un fin de semana en medio de árboles que de volquetas.
Los municipios del país son por lo general «pequeños paraísos» donde los turistas se enamoran de los detalles que nos recuerdan el orgullo cultural de ser colombiano.
Guasca como muchos otros municipios es un claro ejemplo de ello, y basta solo con venir un fin de semana al mercado campesino del domingo o darse una vuelta por el parque entre semana para sentir que el tiempo corre a otro ritmo y el desarrollo está estrictamente ligado a la felicidad de sus habitantes.
Independiente de opiniones y comentarios aislados, hay razones para intuir que la vocación de este pequeño pueblo a orillas del páramo grande se inclina cada vez más hacia el ecoturismo, y se refleja precisamente en el interés de las entidades administrativas por organizar y promover esta actividad económica con reglamentaciones, capacitaciones y eventos en favor de garantizar un equilibrio de recursos naturales que permita crear una cultura de respeto por la tierra y la naturaleza, beneficiando económicamente a quienes la habitan.
Al igual que Costa Rica y Cajamarca donde la identidad y la búsqueda de la sostenibilidad a largo plazo fortalecieron su identidad, Guasca tiene razones y sobre todo recursos para hacer del ecoturismo un ejemplo económico y cultural donde la calidad de vida mejora en paralelo a la conservación de su entorno.
Como habitantes y admiradores de este lugar, esperamos que así sea.