En: La Guía
Desde muy jóven me he formado una idea del emprendimiento como un gesto heróico de carácter e independencia, como una especie de espada imaginaria que solían sacar mis amigos de infancia una vez estaban saliendo de la universidad. Siempre me gustó sentarme a escuchar entre cerveza y cerveza esas «historias de guerra» de mis amigos cuando iban a registrar su empresa en cámara y comercio, cuando vendieron centenares de frutas, pollos y cabezas de ganado para comprar lo que sea que haya traído un container de China, o para comenzar a proyectar su empresa multinacional desde una oficina improvisada en un local barato de un edificio agonizante del centro de la ciudad.
Por mi parte, y en gran medida por mi carrera (publicidad), desde los primeros semestres me fui alejando de ese modelo de futuro y preferí buscar el chocolate dorado con logo de agencia que nos daban en los últimos semestres, cuando estábamos listos para comenzar nuestra práctica profesional.
Y ciertamente no es algo de lo que me arrepienta ni mucho menos, porque especialmente el medio publicitario y las agencias son lugares donde se conoce a fondo este complejo, peludo, pesado, robusto e invisible mecanismo que nos conecta como consumidores a los bienes y servicios que reflejan nuestra calidad de vida, de manera constante y masiva con cantidades incontables de transacciones y dinero saltando de uno a otro. Aunque era cuestión de tiempo también para que en su momento tomara el camino del emprendimiento por dos razones:
La primera, porque la experiencia profesional para mí se traduce en conocimiento del negocio, y noté que había una cantidad cosas que podía hacer por mi cuenta de manera más eficiente y con menos recursos, además que después de 10 años en el medio las situaciones típicas del trabajo comenzaban a repetirse (los clientes inexpertos, los líderes, los jefes que se creen líderes, las trasnochadas innecesarias, etc), y reza el dicho que «quien ignora el pasado está condenado a repetirlo». Si seguía haciendo lo mismo y lidiando con los mismos retos no podía esperar resultados diferentes, y tenía la certeza (que ahora puedo comprobar) que mi trabajo podía ser más eficiente, gratificante y divertido.
La segunda, porque independiente de la carrera que uno escoja o la vocación que lo lleva a ejercer lo que lo haga a uno feliz en su trabajo, al entrar en una dinámica corporativa se convierte en una olla a presión. No estoy en contra de las corporaciones (a pesar que ya no podría trabajar en ninguna de ellas), pero al igual que en Transmilenio a las 8:30 de la mañana, o se hace uno un lugar lejos de la puerta del bus o la misma presión de la gente lo termina expulsando en la próxima parada.
Para entrar en materia y dejar otros detalles para otro post, decidimos (junto con mi novia) romper el molde y aventurarnos en el tema del emprendimiento. Digo aventura, porque los retos más grandes no estaban en conseguir clientes ni en ser 2 desconocidos compitiendo con equipos de 5-8 personas y con marcas reconocidas en el medio; los retos estaban realmente en nosotros mismos porque ahora somos nuestros jefes de nosotros mismos, y más difícil aún, nuestros propios clientes. Aquí se pone interesante la cosa porque estoy seguro que más de una vez ha querido simplemente renunciar a su trabajo y vivir de otra cosa, de pronto más simple -o a lo mejor más digna- pero al hacer cuentas se da cuenta que no puede, o que «no le sale», como para no sentirse preso de sus obligaciones. Pues déjeme sugerirle que si ha pensado en montar su propio negocio es mejor que lo haga a ojo cerrado y cuanto antes, porque no importa qué, cómo ni cuándo decida emprender va a tener que enfrentar al cliente más difícil de todos: usted mismo.
Con los años dejamos de querer estar en la oficina y se vuelve un reto poder salir de la oficina a una hora decente, al menos una hora donde haya luz del sol. De repente tenemos el carro, los gadgets, nuestro álbum de vacaciones fuera del país debidamente seleccionado y etiquetado cada año; y de repente, de un grupo de personas que logran mantener este estilo de vida emerge un pequeño puñado de individuos, a quienes todo esta dinámica de esfuerzo-recompensa no logra satisfacer su perspectiva de libertad, tranquilidad o felicidad por más bien que les vaya en su carrera y entran en una profunda crisis vocacional (conocí y asistí a por lo menos 10 casos). De este pequeño grupo es probable que 1 persona decida hacer algo al respecto, las demás por lo general terminan con problemas de salud.
Si usted es o quiere ser ese 1 entre n historias de «puedo tener todo lo que quiero pero por más que tengo más vacío me siento», entenderá que lo primero que puede experimentar al salirse del carril corporativo y manejar su propio tren no es más que lo inverso a lo que venía habituado:
Y por otro lado usted se enfrentará a ese imaginario de jefes, colegas y clientes con los que ha tenido que convivir por años, y así no lo crea hay mucho de estas figuras que usted mismo ha adoptado y está a punto de experimentarlas al mirarse al espejo. Concretamente le diré las tres cosas que puede experimentar al comienzo de su vida como independiente:
Años levantándose a las 6 para estar en la oficina a las 9, salir a las 11pm para dormir un poco y volver al otro día a las 8 «descansado». Una hora promedio de la casa al trabajo y viceversa. ¿Se ha preguntado qué pasa si estos tediosos hábitos desaparecen? Pues que no hay razón para madrugar o para salir de la casa, pero sí habrá razones para trasnochar en su propia cama, ya que el tiempo le sobra, se rebosa y no sabrá qué hacer con él. Lo más interesante de este cambio en la rutina -o más bien en la eliminación de la misma- es que su cabeza empieza a pensar sin afán porque ya no le están comprando el tiempo que utilizaba para pensar en asuntos laborales. Este cambio es un poco denso a veces, ya que comienza a cuestionarse hacia atrás (¿Por qué renuncié y me puse en estas? ¿Para qué estudié esta carrera?) cuando debería ser hacia adelante, ya que depende de usted y de nadie más empezar a escribir su futuro. Aquí es donde preguntas como «¿Y ahora qué hago?» se hacen interesantes porque en realidad demandan que usted haga algo más allá de angustiarse. Curiosamente una de las preguntas que me hice a los pocos días de comenzar con nuestro proyecto de emprendimiento fue «¿Cómo puedo hacer lo mismo pero sin complicarme tanto?» y desde ahí la pregunta previa de ahora qué hago se hizo cada vez menos necesaria.
Sucede que en los intermedios laborales, de esos donde se toma uno un tinto o va y se fuma un cigarrillo comienza a compartir historias e ideas con otras personas que trabajan con usted. En esas pequeñas sesiones creativas suceden cosas importantes como los equipos de micro, los paseos en bicicleta el fin de semana o en ocasiones encontramos a esa persona que nos ha de acompañar el resto de nuestras vidas. Es ahí donde también se nos ocurre sacarle un tiempito a la guitarra vieja que hace años no tocamos o a dedicarle un fin de semana al hobbie que tenemos descuidado desde hace rato, y justo ahí tenemos que volver a nuestro puesto de trabajo porque no hay duda que el mail que acaba de llegar es más importante o al menos prioritario. Esto no es sarcasmo, es literalmente más importante y prioritario porque nos están pagando para que así sea, sin embargo queda uno fantaseando con eso que quisiera hacer cuando tenga tiempo. Ironicamente, cuando usted cuenta con todo el tiempo del mundo resulta que no sabe por dónde comenzar, y es normal porque antes no tenía que preocuparse por eso y siempre había algo qué hacer o alguien para indicarle que lo haga. De los muchos proyectos que pensé realizar cuando estaba en este proceso de transición entre ser empleado y ser independiente he podido realizar la gran mayoría, pero curiosamente aquellos que dije que iba a hacer cuando tuviera control sobre mi tiempo todavía están en desarrollo, básicamente porque independiente no significa estar pensionado, lo que me lleva al siguiente punto.
Créame que muchas reflexiones y decisiones sobre su vida una vez decide empreder girarán en torno al futuro inmediato, casi literalmente a cómo va a transcurrir el día de mañana ahora que no hay instrucciones ni horarios a cumplir. El fin de mes deja de ser una suma de fechas límite de pago y se convierte en todo un acto de supervivencia porque claro, su vida tiende a cambiar pero para sus acreedores (bancos, servicios públicos, arriendo, etc.) no existe un tratamiento especial para estos casos. Si usted deja de cumplir con sus obligaciones le cortan el servicio o envían su caso a una agencia de cobranzas y por más que se prepare, la vida después del mundo corporativo está llena de pequeños imprevistos que cuestan, y al no recibir un ingreso periódico comienzan a pesar. Sin embargo todo el stress que produce esta situación está más atado al miedo de enfrentar un cuadro de inestabilidad económica que, comparado con todo lo bueno que ahora sí va a poder hacer con su proyecto de emprendimiento tiende a estabilizarse. Lo que pasa es que a veces las cosas se demoran más de lo que uno quisiera y esos pequeños miedos juntos pueden llevarlo a tomar decisiones apresuradas o por qué no decirlo torpes. Es por eso que además le voy a compartir unos cuantos tips bastante útiles que pude aplicar y comprobar que funcionan cuando comenzamos nuestro proyecto de emprendimiento que espero le sirvan de inspiración para comenzar el suyo.
No importa si es una panadería, una guardería para perros, un videojuego o un taller de joyería, todos los proyectos giran en torno al equilibrio entre el tiempo, los recursos y el presupuesto. De acuerdo a estos tres factores tenga en cuenta lo siguiente:
Y bueno, hay bastante tema para escribir pero lo voy a dejar para otros artículos. Este es un espacio para compartir así que siéntase tranquilo para comentar y preguntar todo lo que quiera saber sobre emprendimiento que con gusto compartiremos lo que hemos aprendido 🙂